Monday, June 29, 2015

¡Quítate la Máscara!

Parece increíble, pero a muchas personas “decir la verdad los intimida”. Expresar lo que realmente sienten abiertamente es algo que no está dentro de sus capacidades para interactuar con el mundo.

Llamar a las cosas por su nombre sin temor al “qué dirán”,  es una virtud de pocas personas. Es más, el mundo está tan loco, que pareciera que hoy en día decir la verdad, en lugar de ser una virtud se convierte en “un defecto” y hasta termina metiéndote en problemas.

Yo soy una de esas personas que prefiere meterse en problemas por decir la verdad que por decir mentiras. No es que no me importen los demás, precisamente porque me importan y por respeto mutuo, es que no puedo actuar de una manera que termine lastimando a otros o a mí misma.

Una mentira desencadena una serie de sentimientos negativos. Si la gente concientizara el efecto de “mentir”, las cosas serían mejores y habría mayor entendimiento entre las personas. Permitir que una mentira circule también te convierte en mentiroso.

Si bien es cierto que el hecho de hablar con la verdad no implica que uno tiene derecho a ser indiscreto, irrespetuoso, maltratar o menospreciar a los demás, también es cierto que al mentir, ocultar o disfrazar las verdades, se lastima, se daña y decepciona a mucha gente, y esto se convierte en una cadena de sufrimiento, lágrimas, resentimientos y hasta venganza.

Fui criada en un hogar donde todos nos decimos las cosas de frente, (las buenas y las malas). Y precisamente, por hablar claro y con la verdad, pudimos apoyarnos y salir adelante unidos en las situaciones difíciles. 


Fotografía: Corbis.com
Mentir, fingir o disfrazar la verdad, es prácticamente el triste día a día de muchas personas, por el simple hecho de:

  • “Encajar” en un grupo de personas.
  • Ser aceptado por familiares o “amigos”.
  • Mantener un estilo de vida “que no tienen”.
  • Quedar bien con alguien.
  • Ser parte de una conversación.
  • Peor aún, para sacar provecho de algo o de alguien.

“Ojo”, decir la verdad no significa un pase libre o una excusa para ser maleducados, groseros o irrespetuosos, mucho menos se trata de perder nuestra privacidad. Se trata precisamente de ofrecer y exigir respeto. Ser sinceros con los demás realmente puede ayudar más de lo que creemos, el detalle está en "encontrar la manera más sencilla, directa y respetuosa para decir y exigir la verdad".


Dice el dicho “la verdad te hará libre”, y definitivamente es muy acertado. 


Fotografía: Corbis.com

Vivir sin poder expresar lo que nos gusta, pero por voluntad propia, pareciera que es una especie de masoquismo constante. Sin embargo, muchas personas eligen ese camino y terminan viviendo día a día cosas de las que constantemente se quejan sin tener el valor de cambiarlas.

Si bien cada quien elige la manera que quiere vivir su vida, en mi opinión, es un poco confuso cuando encuentro personas que promocionan una “aparente felicidad”, pero viven quejándose de todo lo que no pueden hacer. Peor aún, critican a quienes sí tuvieron el valor de hacer lo que les gusta.

Tuve “amigas” (tiempo pasado), que no podían mantener una conversación sin tener que reportarse cada cinco segundos con su “amo” y cada vez que me decían algo que ellas pensaban, era una tembladera, como en secreto de confesión, "no le vayas a comentar a fulanito que yo dije eso porque me mata". Mejor dicho, me buscaban para desahogarse y luego me excluían de sus actividades de “familia perfecta” , porque yo no encajaba en ese ambiente de máscaras, (eso me producía molestia en un principio, pero después risa y hasta lástima).

En pocas palabras, para encajar en esas llamadas “vidas familiares perfectas” tendría que fingir todo el tiempo, ocultar las cosas que me hacen feliz y me divierten y crear una vida de fantasía. 

Como siempre digo, “me encanta ser una persona respetuosa pero también me encanta que me respeten. Sin respeto mutuo no hay amistad o relación posible, así que el que me quiere de verdad me debe aceptar y respetar como soy”.

Disfruto de una variedad de cosas sin tener que ocultar o sentir vergüenza de ello, desde cocinar y hacer manualidades, hasta viajar, bailar, consentirme, tomarme unos traguitos, o ponerme una minifalda o traje de baño chiquitico y sin complejos.

Me encanta compartir con familiares y amigos, diversos comentarios y fotos en las redes sociales. Lo mismo hago cuando interactúo en persona, no me tengo que esconder, ni ocultar dónde y con quién estaba, mucho menos tener amigos a escondidas o actividades secretas, solo por temor al rechazo.

Eso de la “doble vida” no va conmigo. Simplemente me gusta y trato de vivir día a día lo más feliz y sin complejos posible. Los límites de mi privacidad los elijo yo. Aunque mi vida no es perfecta, yo tuve el valor de decidir vivirla y hacer lo que me gusta con las personas que me agradan y me hacen feliz. 


No quiero ni tengo que fingir o mentir para hacer felices a los demás. Y aunque suene grosero para algunos: “al que no le guste mi vida, eso es problema suyo, vivan su propia vida sin criticar la mía. Vive y deja vivir”.



Fotografía: Corbis.com




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